El fenómeno es global. Desde Estados Unidos hasta el sudeste asiático, la leche, ese alimento esencial que durante generaciones simbolizó nutrición, confianza y hogar, está perdiendo protagonismo. No es que haya dejado de nutrir: es que dejó de emocionar.
Mientras plataformas y gurúes del wellness viralizan discursos sin sustento científico contra los lácteos, el sector calla; y en ese silencio, el consumidor empieza a olvidar por qué alguna vez eligió la leche con fervor.
Y esto no es sólo un problema de imagen, es un síntoma profundo, porque el debilitamiento del consumo lácteo no es local ni momentáneo: es estructural y generalizado.
Colombia acaba de hacer pública su propia alerta. Un estudio realizado por Asoleche y el Ministerio de Agricultura reveló que sólo el 58 % de los colombianos consume leche más de una vez por semana, y que el 55 % cree que la leche actual es “menos beneficiosa” que la de antes.
Se trata de una desconfianza creciente que se reproduce, con matices, en buena parte del mundo.
El consumo per cápita en Colombia ha caído a 144 litros anuales, muy por debajo de los 170 litros recomendados por la FAO. Y en 2023, el consumo de leche se redujo un 6 %.
Mientras tanto, de los 7.000 millones de litros que produce el país cada año, cerca del 45 % se comercializa en el mercado informal, fuera de la industria procesadora.
No es que falte leche. Lo que falta es narrativa.
Mientras las bebidas vegetales conquistan góndolas y discursos con relatos aspiracionales, la legítima leche sigue siendo comunicada como un commodity. Y sin poesía, no hay deseo.
En España, por ejemplo, el mercado de las bebidas vegetales alcanzó los 318 millones de euros, con una penetración en 37 % de los hogares y un crecimiento del 14 % entre 2018 y 2020. La avena lidera con ventas por 125 millones de euros anuales.
A nivel global, se estima que el mercado de alternativas vegetales alcanzará los 37.000 millones de dólares en 2025, con una tasa de crecimiento anual del 11 %. Son cifras que no se explican sólo por moda: responden a una sed de símbolos, de estética, de pertenencia.
La leche, en cambio, sigue apelando a madres preocupadas y huesos fuertes. Es hora de cambiar.
Desde eDairyNews llevamos años observando esta desconexión creciente. La leche ha sido despojada de su carácter emocional. Ya no habla de amor ni de familia. No seduce. Y cuando un alimento deja de contar una historia, pierde la batalla.
Hacer cool a la leche no es caprichoso: es una necesidad comercial, simbólica y generacional.
El consumidor actual no responde a argumentos clínicos, responde a estilos de vida. Necesita saber de dónde viene su leche, quién la produce, cómo impacta en su comunidad. Necesita reconocerse en ella. Sentirla suya.
Volver a enamorar desde lo real
No hablamos de disfrazar a la leche con glitter. Hablamos de devolverle visibilidad, orgullo y voz.
En Brasil, campañas que vinculan el consumo de leche con el deporte urbano y la salud mental ya están mostrando impacto. En México, iniciativas para conectar la leche con el arte y la música joven buscan resignificar su lugar en la dieta.
Y en Colombia, ese 58 % que todavía consume leche más de una vez por semana, es una base sólida. Un piso emocional. Un punto de partida.
Una defensa sin fronteras
La leche no necesita defensa nacional: necesita una defensa internacional coordinada y moderna, que combine lifestyle, ciencia, cultura y estrategia.
Porque el enemigo no está en la almendra, está en la desinformación. Y el futuro de la leche no se gestará en un laboratorio, sino en el corazón del consumidor, si logramos volver a tocarlo.
Valeria Hamann
Especial para Asoleche / eDairyNews







