El sector lácteo colombiano se posiciona como un motor estratégico de la economía rural, consolidándose año tras año como referente de cómo la inversión privada puede generar desarrollo sostenible cuando se orienta con visión estratégica. A través de su amplia red de proveedores locales, plantas de acopio y centros de procesamiento, esta industria actúa como un ancla territorial que articula mercados, fortalece capacidades productivas y promueve prácticas sostenibles en los territorios donde opera.
Desde el Índice de Inversión Social y Ambiental Privada (IISAP), el sector lácteo se distingue por su capacidad para convertir la inversión empresarial en resultados de impacto compartido. La proximidad entre industria y productores crea condiciones ideales para fomentar la inclusión económica y la resiliencia ambiental y social en zonas rurales, demostrando que la competitividad empresarial y el bienestar territorial pueden avanzar de manera articulada.
En un entorno cada vez más exigente en términos de transparencia, sostenibilidad
y eficiencia, la inversión privada para el desarrollo del sector lácteo ejemplifica cómo
las empresas pueden alinear propósito con negocio, convirtiéndose en actores centrales de la transformación territorial del país. El IISAP evalúa la inversión privada para el desarrollo en cinco dimensiones: Alineación, Gestión de la Inversión, Sinapsis, Focalización y Reconocimiento, con el objetivo de identificar las mejores prácticas del sector empresarial. En el 2024, participaron 161 de las empresas más grandes que operan en Colombia de los diferentes sectores económicos, las cuales representan el 20% del PIB de Colombia.
Con base en la información consolidada del IISAP 2025, se estima que en 2024 la inversión privada para el desarrollo de las 1.000 empresas más grandes del país alcanzó $19 billones, distribuidos en aproximadamente $9 billones en inversión social y $10 billones en inversión ambiental, lo que representa un incremento del 4% y 25%, respectivamente, frente al año anterior. Dentro de esta dinámica, el sector de agroindustria y alimentos & bebidas concentró el 35% de la inversión social voluntaria. En este contexto, el sector lácteo destinó alrededor de $347.751 millones en inversión social y $28.193 millones en inversión ambiental voluntaria, consolidándose como un actor que combina la escala industrial con la proximidad al territorio.
Más allá del monto invertido, el comportamiento del sector revela una estrategia coherente. Sus inversiones sociales se concentran en desarrollo rural (29%) y desarrollo socioeconómico (19%), reflejando un enfoque de valor compartido que articula productividad, fortalecimiento comunitario y sostenibilidad de las cadenas de proveeduría. Esta orientación evidencia que, para la industria láctea, la inversión privada no solo responde a una agenda de responsabilidad empresarial, sino que actúa como herramienta estratégica capaz de traducir el crecimiento empresarial en bienestar local.
En cuanto a la inversión ambiental, la industria láctea concentra sus esfuerzos en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (41%), mejorar la gestión de residuos y materiales (24%), y fortalecer la eficiencia energética (15%), respondiendo así a los principales impactos asociados a su operación y cadena de
valor. Estas acciones reflejan un compromiso claro con la mitigación ambiental, pero también abren la conversación sobre la necesidad de avanzar hacia un enfoque más integral.
El desafío está en equilibrar la mitigación con la adaptación al cambio climático, incorporando estrategias como soluciones basadas en la naturaleza, conservación de fuentes hídricas y protección de bosques, que podrían implementarse de la mano
de proveedores, como son los ganaderos y otros actores territoriales. De esta manera, la inversión ambiental del sector podría no solo compensar impactos, sino también crear resiliencia ecológica y social en los territorios donde opera.
Más allá de la inversión, es importante también resaltar las prácticas alrededor del
manejo del recurso y cómo las empresas de la industria láctea se han incorporado como eje estratégico de sus modelos de negocio. Según el IISAP, el 100% de las empresas de la industria láctea incorporan criterios de sostenibilidad en la selección de proveedores, y más del 80% cuenta con políticas de compras responsables, iniciativas de formación empresarial y programas para fortalecer la competitividad de sus aliados productivos. Este nivel de alineación demuestra que las prácticas de
inversión social se entienden no solo como un resultado, sino como un principio operativo dentro de la cadena de valor.
Hacia el interior de las empresas, y desde el compromiso con el desarrollo territorial a través de la generación de empleo, la industria láctea muestra cifras alentadoras. Según el Observatorio Colombiano de la Industria Láctea (OCILAC), a partir de datos del DANE se calcula que el empleo para la elaboración de productos lácteos ha venido creciendo en los últimos años, alcanzando en 2024 un índice de 112,2 puntos, muy por encima del promedio de la industria nacional (103,4). Este comportamiento confirma que, incluso en un contexto económico retador, el sector lácteo continúa generando empleo. Este avance no solo se refleja en la cantidad de puestos de trabajo, sino en la consolidación de vínculos laborales más permanentes, lo que contribuye a fortalecer la cohesión territorial y la estabilidad de las familias rurales.
Dicho lo anterior, la industria aún tiene oportunidades de fortalecimiento en sus estrategias de alineación, particularmente en temas de diversidad e inclusión. Aunque viene avanzando, aún tiene un margen de mejora. Mientras que el 100% de las empresas reportan que las áreas de alta gerencia asignan recursos para gestionar la diversidad, lo que refleja una intención clara desde la dirección, solo el 83% de las empresas cuentan con políticas de igualdad de oportunidades. La meta debe estar en que todas las empresas del sector adopten estas políticas y, sobre todo, en que se socialicen y traduzcan en prácticas cotidianas que garanticen entornos laborales equitativos, que para 2024 solo el 67% de las empresas que cuentan con la política lo estaban haciendo.
En la práctica también persisten brechas importantes, solo el 38% de las profesionales empleadas directamente por las empresas son mujeres, y apenas el 36% ocupa cargos directivos. Ampliar la participación femenina y avanzar hacia la inclusión de personas con discapacidad no solo fortalecería la equidad, sino que haría del sector un espacio más diverso, innovador y representativo.
El balance del IISAP demuestra que la industria láctea colombiana no solo aporta
al crecimiento económico del país, sino que está construyendo un modelo de desarrollo sostenible desde el territorio. Cada peso invertido en sostenibilidad social o ambiental, cada política implementada y cada empleo estable generado, reafirman que el futuro del sector no depende únicamente de la productividad, sino de su capacidad de generar bienestar compartido. Sin embargo, los desafíos también son claros y se debe continuar consolidando cadenas de valor que integren de manera activa a productores locales y comunidades rurales.
La experiencia del sector lácteo confirma que las estrategias de inversión social y ambiental no es un costo adicional, sino una estrategia de competitividad. Al invertir en su gente, en sus proveedores y en su entorno, la industria no solo asegura su futuro productivo, sino que se posiciona como un actor central del desarrollo rural y de la transformación del país.
Laura Sandoval Machado
Observatorio Colombiano de la Industria Láctea-OCILAC







