La leche y los productos lácteos como el yogur, kéfir, queso, mantequilla y helado constituyen una parte importante de la dieta occidental. Representan aproximadamente el 14% de la ingesta calórica en los países desarrollados y son conocidos por ser un vehículo efectivo para la suplementación y fortificación de nutrientes.
Diversos estudios han señalado a los lácteos como la principal fuente dietética de calcio y riboflavina, y han indicado que se encuentran entre las tres principales fuentes de proteína, vitamina A, vitamina B12, magnesio y zinc. Además, de aportar importantes cantidades de vitamina B6, niacina, ácido pantoténico, biotina, fósforo, selenio, potasio y yodo.
Sin embargo, en los últimos años, el consumo de lácteos se ha visto influenciado por diversos mitos y controversias en torno a su calidad nutricional, lo que ha conducido a restricciones alimentarias innecesarias. Por lo anterior y en medio de tantas opiniones, se hace necesario distinguir entre creencias infundadas y evidencia científica disponible. A continuación, abordaré algunas de las afirmaciones más comunes:
“Todos los adultos presentan intolerancia a la lactosa”
En los seres humanos, la capacidad para digerir la lactosa proveniente de la leche se debe a la enzima lactasa-florizina hidrolasa (LPH). Si bien en algunas personas los niveles de esta enzima disminuyen después del destete, otras son capaces de mantener altos niveles de LPH de por vida, pudiendo así digerir adecuadamente la leche en la edad adulta.
Es difícil establecer la prevalencia de la intolerancia a la lactosa debido a la inespecificidad de los síntomas, por lo que se estima que, en realidad, cerca de un tercio de la población presenta malabsorción de lactosa (es decir, no puede absorberla), y que aproximadamente 15% es realmente intolerante a la lactosa (caracterizados por la aparición de signos y síntomas clínicos).
Es importante diferenciar entre malabsorción de lactosa e intolerancia a la lactosa, ya que una dieta restringida en lactosa solo es necesaria para pacientes con intolerancia. Asimismo, en pacientes con intolerancia a la lactosa, reducir el consumo de ésta en lugar de excluirla por completo es suficiente. Ingerir dosis más pequeñas (por ejemplo, 12 g de lactosa, equivalente a 200-250 ml de leche) junto con otros alimentos suele ser bien tolerado y puede tener beneficios sobre una dieta libre 100% de lactosa.
“El consumo de leche y productos lácteos se relaciona con estados inflamatorios”
La inflamación comprende diversos procesos diseñados para mantener la homeostasis de tejidos y órganos. El equilibrio adecuado entre moléculas proinflamatorias y antiinflamatorias es esencial para preservar dicha homeostasis. Un aumento de mediadores proinflamatorios se ha asociado con múltiples respuestas patológicas, incluyendo el desarrollo de enfermedades crónicas. Una reciente revisión sistemática demostró que el consumo de leche y productos lácteos no mostró un efecto proinflamatorio en adultos sanos, ni en adultos con sobrepeso ni obesidad, síndrome metabólico o diabetes tipo 2. Además, la suplementación con lácteos a largo plazo evidenció un leve efecto antiinflamatorio en ambas poblaciones.
“La ingesta de leche y productos lácteos aumenta el riesgo de desarrollar cáncer y puede tener efectos negativos durante su tratamiento”
La evidencia científica actual indica que el consumo adecuado de productos lácteos como leche, yogur o queso no se asocia con un mayor riesgo de desarrollar ningún tipo de cáncer, ni hay constancia de que su ingesta tenga efectos negativos durante el tratamiento oncológico. Por el contrario, estudios recientes han sugerido que ciertos componentes de la leche, como el calcio, la vitamina D y la lactoferrina, podrían tener un efecto anticancerígeno y disminuir el riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer como el de mama y el de intestino.
Finalmente, está comprobado que muchas de estas afirmaciones, por recurrentes que suelan ser en conversaciones informales o en ambientes no corroborables como discusiones o comentarios en redes sociales, no constituyen una prueba científica válida para una adecuada e informada toma de decisiones sobre el consumo de lácteos, que por el contrario si puede representar un déficit nutricional importante en la salud de las personas.
La leche y los lácteos en general, son alimentos nutricionalmente valiosos, que deben incluirse dentro de una alimentación equilibrada. Su exclusión sólo debe darse en casos específicos, basados en evidencia científica y guiados por profesionales especializados en nutrición.
Referencias:
Ulven SM, Holven KB, Gil A, Rangel-Huerta OD. Milk and Dairy Product Consumption and Inflammatory Biomarkers: An Updated Systematic Review of Randomized Clinical Trials. Adv Nutr. 2019;10: S239–50.
Ortega RM, Ortega AIJ, Sánchez JMP, Soto EC, Aparicio A, López-Sobaler AM. Valor nutricional de los lácteos y consumo diario aconsejado. Nutr Hosp. 2019;36(Ext3):25–9.
Fundación Alícia. MITOS Y CREENCIAS sobre la alimentación durante el tratamiento del cáncer. Ico. 2016;46.
Catalina Pinilla
Nutricionista dietista







